La Maratón de Nueva York en los 90
En 1992 se dio un emotivo adiós al fundador de la carrera
Los 90, ay los 90… Para alguien que fue adolescente en esa década, me resulta especial hablarte de aquellos años. Por el revival noventero que está suponiendo el retorno de Oasis y porque hoy cogemos la máquina del tiempo para viajar hasta ese momento. Bueno, momentazos… Ya te digo que tengas pañuelos de papel cerca porque igual alguna lagrimilla cae. Sea como sea, gracias una semana más por dejarme entrar en tu bandeja de entrada. Espero que te merezca la pena…
En este caluroso julio en el que estamos repasando la historia de la Maratón de Nueva York, y después de hablar en las semanas previas de los años 70 y los 80, vamos ahora con una década que tuvo de todo: fundamentalmente, un momento muy especial y emotivo.
Grete Waitz volvió a la Gran Manzana en 1990, tras dos años de lesiones. Terminó cuarta y eso aceleró el anuncio de su retirada a nivel profesional.
En 1992 quiso acompañar a su buen amigo Fred Lebow, el director de la prueba, que padecía un cáncer cerebral, y no quiso irse de este mundo sin correr la (su) Maratón de Nueva York. Los médicos le aconsejaron que no tomara riesgos y que no era necesario acabar, pero ese consejo chocaba frontalmente con su mentalidad infatigable. Durante la carrera, ella le hizo que parara a andar de vez en cuando. Terminaron juntos en 5h32’34’’ y con las manos entrelazadas, llorando y abrazándose. Lebow besó el suelo cuando cruzó la meta.
Fred Lebow murió en Octubre de 1994, poco antes del 25 aniversario de la prueba. Hoy, todos los corredores le rendimos homenaje cuando pasamos junto a su estatua a la entrada de Central Park, a la altura de la East 90th Street. A Lebow le sucedió Allan Steinfeld en el cargo de director de la carrera.
Una de las imágenes más insólitas fue protagonizada ese año por el mexicano Germán Silva: lideraba la prueba junto a Benjamín Paredes. A ambos les escoltaba una moto y el camión de prensa. Este último tomó un atajo para llegar a meta poco antes de que lo hicieran los corredores. Eso despistó a Silva, que siguió ese camino. En ese momento un policía le avisó, el corredor se dio cuenta de su propio error al no ver público en esa zona. Entonces volvió hacia atrás, aceleró con la descarga de adrenalina y adelantó a Paredes, llevándose el triunfo por sólo 2 segundos.
Una curiosidad para 1996: el triunfo de una rumana que, quizás, sólo pase a la historia por ganar la Maratón de Nueva York y por tener un nombre palíndromo: Anuta Catuna. Sí, ya sé que lo has intentado comprobar leyendo de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, como yo hice la primera vez que lo vi.
En 1997 John Kagwe ganó, a pesar de sus zapatillas: las había comprado un par de días antes, uno de los peores errores que puede cometer un maratoniano, y más si es profesional. Sin haberlas usado apenas, los cordones se le desataron varias veces en los kilómetros finales, y Kagwe tuvo que pararse a atárselos. Incluso así pudo ganar, con un tiempo de 2h08’12’’, a sólo 12 segundos del récord de la prueba.
La semana que viene seguiremos con este repaso por la historia de la Maratón de Nueva York, cambiando de siglo. Hasta el próximo domingo.